UNA MELODIA DE REDENCION... ANALISIS DER CASO

Posted by renegarcia on 22 Diciembre, 2006 22:56

UNA MELODíA DE REDENCIí“N

 

Un colono europeo llegó con su familia a poblar el antiguo oeste norteamericano. Su esposa murió cuando la menor de sus dos hijas tení­a apenas un año, así­ que la mayor lo ayudó a cuidar con sumo cariño a la hermanita. La pequeña era el orgullo de su padre. Era una criatura hermosí­sima, de cabello rubio y de ojos azules como el cielo.

Cerca del colono habí­a una tribu indí­gena que tení­a por cacique a un poderoso guerrero llamado Serpiente Rastrera. í‰ste odiaba a los blancos debido a que habí­a sido objeto de su prejuicio racial. Una tarde, cuando el colono regresó a la casa de su trabajo en el campo, su hija mayor salió a su encuentro, deshecha en llanto. El cacique Serpiente Rastrera habí­a llegado con algunos de sus hombres y habí­a secuestrado a la pequeña rubia, que ya tení­a cinco años de edad.

Pasaron catorce largos años en que el desconsolado padre buscó en vano a su hija, hasta que un dí­a un viajero le contó que habí­a visto a una muchacha rubia que formaba parte de una tribu indí­gena en una comarca cercana. El colono vendió su hacienda y, con el dinero de la venta, que representaba toda su fortuna, fue en busca de Serpiente Rastrera a fin de comprar a su hija. Cuando volvió a verla, su hija ya era una hermosa señorita rubia de diecinueve años como él se la imaginaba, pero que vestí­a, hablaba y se conducí­a como las otras mujeres de la tribu.

Serpiente Rastrera querí­a a la joven, pero también querí­a el dinero del rescate. Así­ que le propuso al colono que la muchacha fuera a vivir con él durante un mes, y que al cabo del mes ella decidiera con quién se quedaba. El padre accedió e hicieron el trato.

La pobre muchacha, convencida de que el hombre blanco que se hací­a pasar

 

por su padre la habí­a secuestrado, se negó a comunicarse con él desde el principio del mes de prueba. El colono y su hija mayor hicieron todo lo posible por hacerle recordar su vida pasada, pero cuanto mís se esforzaban, mís inútiles parecí­an sus esfuerzos por ganar su confianza.

Cerca del fin del plazo acordado, mientras la hija mayor, sin pensarlo, cantaba una de las melodí­as con la que años atrís arrullaba a su hermanita, ésta reaccionó y comenzó a recordar su pasado. Corrió a los brazos de su hermana y de su padre, y lloró de felicidad al comprender lo sucedido. Este era su verdadero padre, que estaba dispuesto a pagar el precio de su rescate, por mís alto que fuera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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