TEMAS FAMILIARES....«EL VÍNCULO DE LA SANGRE NUNCA FALLA»...ANALISIS DE CASO

Posted by renegarcia on 29 Agosto, 2007 18:21

«EL VíNCULO DE LA SANGRE NUNCA FALLA»

La operación era urgente: un trasplante de corazón. Por eso condujeron al hospital a Robert Loignon, de veintidós años de edad, de Montreal, Canadí. Un accidente de motocicleta habí­a dejado clí­nicamente muerto a otro joven, y sus familiares habí­an autorizado que se donara su corazón para el trasplante. Pero ¿qué de la sangre? Mario Lussier, un joven de veinticuatro años de edad, se ofreció para la transfusión de sangre.

Cuando el médico a cargo de la cirugí­a, Louis Bossard, vio el parecido que tení­a la sangre del donante con la de Robert Loignon el enfermo, esto lo inquietó. El médico recordó que hací­a cinco años le habí­a hecho la misma operación a Mario Lussier, y comenzó a atar cabos. Fue así­ cómo se descubrió la grata verdad. Robert Loignon y Mario Lussier eran hermanos.

Este fue un caso extraordinario. A los dos hermanos, Mario y Robert, los habí­an separado desde la infancia. La causa fue la muerte de la madre, ocasionada por un ataque al corazón cuando nació Robert. Criados por familias distintas, nunca supieron el uno del otro hasta que en el mismo hospital, por la misma operación y con el mismo médico, llegaron a conocerse. Tuvo razón el doctor Bossard al afirmar: «El ví­nculo de la sangre nunca falla.»

Hoy en dí­a la familia estí siendo atacada desde muchos íngulos. El divorcio es un hachazo aplicado al tronco de la unidad familiar, así­ como lo son las incomprensiones y las rencillas. Hermanos se pelean entre sí­ y dejan de hablarse. Hijos abandonan a sus padres y dejan de comunicarse con ellos. La familia entera se desmorona y nadie sabe cómo detener esa avalancha.

Dios no creó a la primera pareja humana para que se odiaran. Creo a nuestros primeros padres para que se amaran. Amor, unidad y comprensión era el lema que habí­a de caracterizar a la familia. El ví­nculo de la sangre serí­a el factor mís poderoso en la unión familiar. Pero algo sucedió. Sus hijos Caí­n y Abel, a pesar del ví­nculo sanguí­neo que los uní­a, se enemistaron a tal grado que Caí­n mató a su hermano Abel. Con eso Caí­n se separó de Dios, abandonando su divina voluntad y desechando sus divinas leyes. Dios lo habí­a hecho con libre albedrí­o, pero Caí­n habí­a abusado de esa libertad interponiendo su voluntad a la de su Creador.

¿Cuíl fue la solución? A la postre, Jesucristo, el Hijo de Dios, donó su sangre al morir por nosotros  sus hermanos, para que pudiéramos tener un nuevo corazón y así­ disfrutar de vida abundante y eterna. Cuando aceptamos su oferta de reconciliación, descubrimos el amor de Dios nuestro Padre celestial y el de nuestros hermanos en Cristo, amor que nos ayuda a unir sólidamente a toda nuestra familia.

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